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La rutina de cada día



Inicios de noviembre, un año más nuestros pasos nos llevan a los cementerios, allí delante de las tumbas y de los nichos donde reposan los restos de nuestros familiares queridos volvemos a repetir los gestos y las acciones de siempre. Rezar, limpiar, poner flores, hacer el recorrido por todas las tumbas. La rutina de todos los años.

Dicen los que saben de etimología, que no es mi caso, que rutina viene de caminar por una ruta, ruta conocida.

Sin embargo nos cuesta trabajo aceptar que la historia no son los grandes sucesos sino los aconteceres diarios; la vida corriente, esa que no está llena de sobresaltos sino de pasos a ras de tierra. En ocasiones viajamos tan rápido, pendientes de la llegada, que no disfrutamos del camino.

Volver del trabajo cambiando de calles, descubrir nuevos rincones, nuevos comportamientos de las gentes, aprender a disfrutar el vivir intensamente lo cotidiano, estar en lo que hacemos, no pasar como los gatos sobre las ascuas, vivir, beber, cenar, hablar e incluso rezar…Identificarnos con todo nuestro ser.

¡Qué fácil de decir! Cuando eso significa que nuestra vida corriente debe tener mucho de contracorriente sin olvidar que la vida cotidiana ya tiene lo suyo y hay que sentirla como un don. En el fondo algo tan simple como vivir
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