
Hemos crecido rodeados de personas que nos han cuidado. Nos hacían la cama, nos preparaban la ropa y la comida. Si estábamos enfermos nos acompañaban al médico y nos daban las medicinas a su hora.
Según íbamos creciendo seguíamos teniendo personas que cuidaban de nosotros. Y no era fácil. Cuando nos convertimos en padres allí estaban para lo que hiciese falta. Al llegar los nietos seguían cuidando de ellos, los acompañaban al colegio, jugaban con ellos, y se convertían en abuelos-padres mientras sus padres trabajábamos o nos “divertíamos” en determinados momentos.
Personas “cuidadoras”, que son licenciadas en tareas domesticas y doctoradas en cuidar del núcleo familiar, capaces en muchos casos de compaginar el trabajo de casa con un trabajo fuera que les lleva a una doble jornada laboral.
¿Qué hubiera sido de los hermanos, maridos, hijos, nietos, padres si ellas no los hubiesen cuidado? ¿Habrían disfrutado de la misma calidad de vida?
A todas ellas que sacan capacidad y energía para cuidar, que regalan cariño y generosidad para consolar y tapar agujeros familiares y que practican lo que se llama modernamente ética del cuidado. ¡Gracias!
3 amigos opinan:
Cuántas personas en nuestras vidas cuya importancia sólo valoramos cuando ya no están... Lo importante es darnos cuenta antes.
Maria. www.comunalia.com/mariabenmen
Nada más que añadir a tu reflexión, si acaso unirme a ti para que esas ¡gracias! se oigan un poquito más.
Pertenezco a esa raza pero no sé si tan eficazmente como debiera.
Y también tuve quién me cuidara, y lo hizo tan bien que se me convirtió en innolvidable. Qué bueno que hayas dispuesto un homenaje al que me uno calurosamente.
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