
Hablar de violencia en la iglesia puede parecer un contrasentido. Sin embargo la historia de la Iglesia está llena de violencia practicada hacia dentro y hacia fuera. No me refiero hoy a la violencia física sino a otras formas de violencia de tipo moral o psicológico. Una de ellas es la violencia represiva que se ha dado contra aquellos que han aportado perspectivas teológicas nuevas,: la teología de la liberación, la teología asiática, la africana, o la indígena.
Hoy leemos en la prensa la destitución del jesuita Juan Masiá de su cargo de director de la cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia de Comillas.
Una destitución en la que no se ha seguido el procedimiento de escuchar al acusado y sin ningún respeto por sus derechos se le cesa. Según sus compañeros por las presiones de los cardenales López Trujillo y Rouco Varela.
Y todo por decir cosas tan peligrosas como: “sería irresponsable no utilizar el preservativo en caso de contagio de sida, o para impedir un embarazo no deseado, o la utilización de métodos anticonceptivos responsablemente. Sabiendo que no es ni cuestión de fe, ni cuestión de moral, ni cuestión de pecado. Es cuestión de sentido común, responsabilidad y buen humor.”
Un profesor traído de Japón y cesado sin escucharlo, sin decirle de qué se le acusa, al mismo tiempo se le secuestra su libro: Tertulias sobre bioética. Una violencia ejercida por la Iglesia contra uno de sus hijos.