reflexiones que se repiten

Jon Sobrino escribía ‘Reflexiones a propósito del terremoto‘ el 16 de enero 2000, tres días después del terrible seismo que sufrió El Salvador. Salvando las distancias, el Katrina muestra la misma tragedia para los pobres. Ahora en Perú se sigue repitiendo la misma y triste situación.

“Vivir en este país [El Salvador] es siempre una carga muy dura de llevar. Oficialmente, la mitad de la población vive en pobreza, grave o extrema. De la otra mitad, otra buena mayoría vive con serios agobios y dificultades, todo lo cual se agrava con las catástrofes: en 1986 otro terremoto asoló al país, hace dos años fue el Mitch. Y no hay que olvidar quince años de represión, guerra, éxodo masivo, destrucción.

Vivir es, pues, una pesada carga, pero no lo es para todos por igual. Como siempre, lo es muchísimo más para las mayorías pobres. El terremoto ha destruido casas, pero muy mayoritariamente las de bajareque y adobe, donde viven los pobres porque no pueden construirlas de cemento y hierro. Los deslaves y derrumbes han soterrado personas y viviendas -esta vez también casitas de clase media baja-, pero siempre soterran a los pobres porque sólo en esas inhóspitas laderas, no en tierra llana y fértil, han encontrado lugar para sembrar. Lo mismo ocurrió durante el conflicto bélico. La inmensa mayoría de quienes sufrieron la represión y de quienes murieron en guerra, de uno y otro bando, fueron pobres. Y así sucesivamente.

El terremoto no es, pues, sólo una tragedia, sino que es también una radiografía del país. Muy mayoritariamente mueren los pobres, quedan soterrados los pobres, tienen que salir corriendo con las cuatro cosas que les quedan los pobres, duermen a la intemperie los pobres, se angustian por el futuro los pobres, encuentran inmensos escollos para rehacer sus vidas los pobres. También otros sufren con el terremoto, indudablemente, pero, por lo general, pasado el susto, reconstruyen lo que se les ha dañado, vuelven a la normalidad y pueden seguir viviendo, algunos de ellos rodeados del lujo de siempre.

Los terremotos, como los cementerios, revelan la inicua desigualdad de una sociedad y, así, muestran su más honda verdad. Algunas tumbas son suntuosas, grandes panteones y lujosos mármoles, bien ubicadas. Otras, casi sin nombre y sin cruces, se amontonan en lugares y quedan anónimas. Son la mayoría. Los terremotos recuerdan a los cementerios y escenifican, trágicamente, la parábola de Jesús: “Había un señor muy rico que banqueteaba todos los días. Y a los pies de su mesa había un pobre, Lázaro, que esperaba que cayeran migajas de la mesa…”

2 amigos opinan:

Anónimo dijo...

Siempre decimos "Porque las desgracias siempre le ocurren a esta gente, no tienen bastante con la vida que llevan y encima les cae todos los terremotos, los tsunamis.." Se nos olvida que el terremoto de la misma escala que en Japón tira 40 casas destroza un pueblo en Perú, que en todo el sureste de Asia no había una jodida estación de alerta de tsunamis, que como dice el artículo las casas de la gran mayoría en África, Sudamérica y Asia son de adobe, y están construidas en pendientes y con materiales pésimos...Parece que los desastres naturales no sean otra cosa que la prolongación de ese rio de injusticia y desigualdad en el que está inmersa la humanidad. Un abrazo.

Diana L. Caffaratti dijo...

Lo has dicho todo, Felipe.
Y además... Si sólo recordáramos los sabios versos de Manrique en Coplas a la muerte ...." Si tan sólo con reflexionarlas cambiáramos un poco este mundo de egoísmos...
Tu visita siempre me resulta grata.