problemas sin solución

La mayoría de los problemas lo son porque no tienen solución. Y siguiendo con este razonamiento lo normal es que cuanto más importante sea el problema, más probable es que no tenga solución.
Y llegados aquí, ¿qué hacemos? ¿nos cruzamos de brazos?
He aquí un camino atípico en busca de soluciones. Debemos comenzar estudiando por qué es un problema, por qué llegar a su solución es difícil o imposible, analizar qué medidas agravarían el asunto o lo harían preferible a un posible arreglo.
Así que más que resolverlos lo que se debe de hacer es encauzarlos para que no se desborden, acotarlos para que no se agraven, dinamizarlos para que no se anquilosen.

Estas soluciones, entre otras, las sugiere J.Ig. Torreblanca en la revista Foreign Policy . Las dedica a problemas políticos y estratégicos de largo alcance, pero ¿no os parece que pueden ser validas para los problemas cotidianos que sufrimos a veces?

En el fondo es simple, conozcamos el problema, no permitamos que aumente, no dejemos que envejezca y si lo hablamos, quizás disminuya o desaparezca.

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