¡Todos al cementerio!




En estos días todos suelen emprender un mismo camino. Sus pasos, sus pensamientos les llevan al cementerio donde reposan los restos de algún familiar, de algún amigo. Muchos llevan flores que con mejor o peor arte dejan ante las lápidas. De paso aprovechan para limpiarlas y adecentarlas un poco. La mayoría no volverán hasta el año que viene. Cumplen con un rito. Cumplen y nada más. Sin embargo si paseamos entre las tumbas observamos el nombre de multitud de gente anónima que hicieron felices a los que les rodeaban, compartieron sus sueños con otros, les dieron de comer a los hambrientos y de beber a los sedientos. Lucharon por un mundo mejor. Son los santos anónimos, aquellos a los que las gentes no les rezan pidiéndoles ayuda; aquellos a los que no se les hace patronos de su pueblo o que no tienen una cofradía, ni se celebra con gran boato su festividad.
Pero que seguramente intentaron imitar a Jesús en su manera de vivir y de querer a los demás.
Por eso permitidme desde aquí una breve oración: Santos anónimos ¡Rogad por nosotros!

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